Cuando llegamos a Londres, el inglés que se suponía hablaba Juan (diremos que así se llamaba) desapareció por completo; hasta el punto de que se resistió a abrir la boca durante todo el evento.
Al principio, todo iba bien porque, tal y como habíamos acordado, yo me encargué de hablar con los taxistas, los recepcionistas y los organizadores del evento. Pero, poco a poco, la situación empezó a tornarse un tanto violenta. Juan decidió evitar cualquier situación en la que tuviese que hablar; al extremo de que cuando esperábamos para entrar a una reunión, o escuchar una presentación, nos teníamos que ocultar en algún rincón y aparecer los últimos para no tener que alternar con nadie.
Al ir a comer, y escoger una mesa para sentarnos, Juan comprobaba rápidamente dónde estaban los españoles y ahí se sentaba para así poder hablar español durante la comida.
Recuerdo que, al final del evento, entramos a tomar un café a una cafetería del hotel donde se celebraba y al ver él que por una de las puertas entraban unos angloparlantes que habían asistido al evento, me dijo: "Vámonos" y salimos, casi corriendo, por la otra puerta. Además de quedarnos sin café, estoy segura de que dimos la impresión de ser unas personas extrañas y maleducadas.
Por más que yo le dijera que no era buena idea no hablar con nadie, no logré convencerlo. No me contestaba, sólo bajaba la cabeza y esquivaba el problema.
Incluso cuando le argumenté que en el evento había varias personas que tenían un inglés bastante penoso- le señalé, por ejemplo, a un señor francés, al cual no conseguí entenderle la palabra "bottle" hasta que por fin señaló una botella, o a un ponente español que hizo una auténtica "carnicería" con los verbos y las estructuras del inglés en su presentación y se quedó tan ancho- Juan insistía en no abrir la boca.
Toda acción, incluso si es omisión, tiene consecuencias
Esta anécdota me recordó la fábula de Esopo "La zorra y las uvas" ("The Fox and the grapes". Aquí la puedes leer y escuchar en inglés, con traducción al español. ¡Todo un lujo!)
En la fábula, la zorra desiste de las deliciosas uvas que no puede alcanzar, diciendo que están verdes. En la vida real, Juan también desistió de coger la oportunidad de hablar en inglés; no porque despreciara a los angloparlantes sino porque se veía haciendo el ridículo, pero el resultado es el mismo; ambos se quedaron sin el premio.
Lamentablemente, esta reacción es un comportamiento aprendido que cuesta cambiar porque es el más fácil de adoptar. La persona se dice a si misma algo así como: "huiré y así todos los problemas se disolverán como un azucarillo en el agua."
¿Pero es verdad que se puede huir sin consecuencias?
No, no es verdad. Toda acción (incluso las omisiones) tiene consecuencias. En este caso, la consecuencia clara fue que Juan, casi sin darse cuenta, se cerró puertas a futuros trabajos, a conocer gente, a crecer como persona y como profesional, a tener más perspectivas...
¿Qué puedes hacer contra el miedo a hacer el ridículo con el inglés?
A continuación, daré tres sencillos pasos a seguir cuando te encuentres en situaciones similares a las de Juan.
1. Desmitifica
En principio, el miedo al ridículo es un patrón de pensamiento que puede ser acertado en determinadas situaciones y que viene a decir, más o menos, lo siguiente:
- Diré tonterías, pensarán que soy tonto, no me querrán, se reirán de mí, será un desastre para mi reputación y carrera.
No obstante, si analizamos con atención estos pensamientos, descubriremos que son muy genéricos y no válidos para todas las situaciones ni personas.
No es igual, por ejemplo, hacer una presentación en tu propio idioma con un público hispanohablante, donde decir tonterías quedará muy mal visto; que hacer presentaciones en un evento internacional con personas de diversos países.
En este último caso, la audiencia será -naturalmente- mucho más comprensiva con los acentos y los errores de quienes hablan inglés como segunda lengua. ¿Por qué? Seguramente, porque se pueden imaginar que quizás ellos no lo harían mucho mejor si tuvieran que hacer una presentación en un idioma que no fuera el suyo.
Piensa, por ejemplo, en Philippe Starck, de quien ya he hablado en otras ocasiones en este blog. Lo que a la gente le importa de Philippe Starck es su diseño, por tanto, sus meteduras de patas con el inglés pasan a segundo plano. Podrás decir: "Bueno, Philippe Starck es famoso, yo no". Si es verdad, pero tampoco era famoso el español al que me referi más arriba y quien, a pesar de hacer una auténtica carnicería con el inglés en su presentación, consiguió lo que quería sin que nadie pensara que estaba haciendo el rídiculo.
Por tanto, tienes que aprender a poner en una balanza el hacer el ridículo por un lado y los resultados que puedes conseguir por otro. Es muy probable que el hacer el ridículo con el inglés sea mucho menos arriesgado que perder la oportunidad de practicar tu inglés, ponerte a prueba, conocer gente, etc.
2. Cambia el patrón de pensamiento
A cocinar se aprende cocinando.
A conducir se aprende conduciendo.
A escribir se aprende escribiendo.
¿Y hablar inglés? A hablar inglés se aprende metiendo la pata.
Esto significa que por mucho que te empeñes, no podrás hablar inglés bien si no pasas antes por la tortura de hablar mal. En consecuencia, todo pensamiento encaminado a quitarte de en medio el problema será, a la larga, erróneo y poco productivo.
Pongo un ejemplo: empiezas a conocer a nativos angloparlantes en el Reino Unido, o cualquier otro país angloparlante y tú eres el único que no domina el idioma.
-Patrón de pensamiento fácil: Huiré, total yo ya tengo amigos en España.
-Patrón de pensamiento difícil que te tienes que obligar a adoptar: diré unas cuantas tonterías, me equivocaré, alguno se reirá de mí, pero me dará igual. Al final, me quedaré con quienes me acepten como soy.
Si escoges el segundo patrón de pensamiento, verás cada oportunidad de hablar inglés como un reto y no como una tortura.
3. Si todo te sale mal: ¡Abraza un peluche!
La vida es como una carrera de vallas, a veces las puedes saltar, y otras veces no, lamentablemente. Por ello, si todo te sale mal, a pesar de haberte esforzado no te queda más remedio que buscar consuelo quizás en tu familia, amigos, toda aquella gente que te quiere y que no te pedirán explicaciones. Siempre viene bien tomarse una cerveza, o un chocolate caliente, comer algo que te guste, salir a dar un paseo, a respirar aire, mimarse un poquito y pensar: "mañana será otro día y con el tiempo seguramente lo haré mucho mejor."
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3 comentarios :
Monica, muchas gracias por tus artículos, no tienes una idea de como me han ayudado.
Soy una chica venezolana que vive en Londres de hace unos 5 años.
Cuando llegué aqui mi inglés era bastante básico. Nunca había hecho ningún curso ni nada parecido. Pero ya estando en Venezuela me llamaba mucho la atención el idioma y me encantaba la música en inglés, así que me la pasaba traduciendo letras y eso, aunque no lo parezca, me ayudo muchísimo con la pronunciación y vocabulario.
Con respecto a hablar en público en inglés. Ese ha sido uno de mis más grandes retos. Nunca he sido una persona muy extrovertida, ni siquiera hablando en español, pero aquí en Londres por ejemplo, hacer presentaciones en el trabajo es casi una regla, sobre todo si quieres avanzar dentro de la compañía.
La primera vez que me paré a hablar frente a todos, mis piernas me temblaban y casi no podía hablar. Pero después de la presentación tuve la oportunidad de hablar con mis colegas (nativos ingleses) y me sorprendió muchísimo cuando me dijeron que admiraban a las personas que hacían este esfuerzo de aprender un idioma que no es el nuestro. Nadie me creía que nunca había hecho un curso de inglés (todo lo he aprendido con blogs como el tuyo y por supuesto, como mucha práctica).
Así que pienso que muchas de las trabas las tenemos en la mente más que otra cosa, como lo dijiste en tu post.
Una vez más gracias por tus artículos!!!!
Saludos!
Silvia: Muchas gracias a ti por dejar este testimonio tan bueno. Un abrazo. Mucho ánimo y suerte! Saludos,
Me ha encantado la entrada. La frase "A hablar inglés se aprende metiendo la pata" es una verdad como un templo.
Yo tenía ese mismo problema hasta que encontré a mi pareja que resultó ser de Holanda.
La solución estaba clara o ella aprendía español o yo aprendía holandés o hablábamos en inglés que lo dominamos los dos (yo me negaba a hablarlo). No había otra posibilidad
La solución fue la más lógica y una vez que saltas esa valla consigues avanzar muchísimo.
¡Saludos!
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